México, historia de un saqueo


“¡Nos han saqueado, no nos volverán a saquear!”
José López Portillo, después de haber saqueado al país.
La historia de México puede ser vista de muchas formas. En particular, la podemos interpretar como la historia de sus muchos saqueos. Algunos son tan antiguos que datan de la creación misma del país. México se funda en un gran saqueo y toda la etapa colonial puede y debe ser vista como eso, desde la destrucción de Tenochtitlán y las culturas autóctonas, hasta las reformas borbónicas que empobrecieron a la Nueva España. El inicio de la vida independiente le significó al país un paulatino e inexorable desmembramiento a manos de la potencia emergente, los Estados Unidos. No fueron los únicos: propios y extraños vieron en la débil nación un botín del que muchos se sirvieron.

El siglo XX no significó un cambio en este sentido. Lo mismo la Revolución que la Era de las Instituciones fueron etapas donde el saqueo hizo estragos en el país. Muchas fortunas cambiaron de mano, hombres minúsculos se volvieron potentados, el servicio público fue un camino seguro hacia las arcas, vivir fuera del presupuesto fue el peor error en que uno podía vivir.
En el inicio del presente siglo, México ha visto crecer el poder del crimen organizado desde la clandestinidad y el poder del crimen oficial, público y notorio, representado por gobernadores que saquearon sus entidades. Prófugos, encarcelados o gozando de impunidad, estos personajes nos recuerdan que, pese a todo, aún hay suficientes recursos en México para atascarse de billetes.
Al lado del interminable saqueo que han sido los doscientos años de existencia de nuestro país, ¿podríamos minimizar el vergonzoso espectáculo de supuestos manifestantes que aprovechan la irritación social para cometer actos de rapiña, robos con todas las agravantes, sin la menor justificación? Es evidente que no, aun cuando el comparativo sea abismal.
Las redes sociales han jugado ese doble papel maniqueo, propio del área gris en que ha convertido la Internet: medio de información ciudadana, sí, pero también medio para la desinformación, la rumorología, las teorías complotistas, los llamados al saqueo. Se entiende la indignación, el miedo, pero ¿cómo justificar el delito?

Tememos a Trump, al alza del dólar, al gasolinazo, pero los saqueos nos demuestran que, sobre todo, debemos temer a aquello en que podemos convertirnos cuando nos cobijamos en el anonimato de la turba y en el más nimio pretexto para la agresión. Históricamente, los más grandes enemigos de los mexicanos suelen ser los propios mexicanos. 

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